BADSURA LE CONTESTA A LOS PREJUICIOS CON VENEZOLANIDAD

Badsura le contesta a los prejuicios con venezolanidad

Wolfang Salazar ha llenado avenidas, bulevares y plazas de murales en los que representa la identidad nacional con figuras como Yulimar Rojas o símbolos como las guacamayas o el Salto Ángel. Su propuesta va más allá de centrarse en los personajes, quiere que los elementos pictóricos que utiliza y el espacio interactúen con la imagen principal. Es también una forma de contribuir con la recuperación de la ciudad. Sabe que el arte callejero genera recelos, pero ha sabido enfrentarlo

Badsura es el seudónimo de Wolfang Salazar. Es su manera de contestarle con ironía a los prejuicios que todavía existen hacia el grafiti y el arte callejero.

Aunque la verdad es que las perspectivas han ido cambiando y hasta hay personas, cuenta, que preferirían llamarlo “Goodsura”.

De 30 años de edad, pinta desde 2008 pero su trabajo empezó a conocerse gracias a murales en los que resalta la identidad nacional con personajes destacados o símbolos como las guacamayas, el Salto Ángel o los trenes del Metro de Caracas.

La participación de Venezuela en los Juegos Olímpicos de Tokio, la mejor de la historia, movió a mucha gente a interesarse aún más por su obra en un momento de orgullo por el gentilicio: Salazar ha creado representaciones de Yulimar Rojas (Boleíta), Julio Mayora (La Guaira), Antonio Díaz (Boleíta) y Daniel Dhers (Chacao).

La idea va mucho más allá de pintar a un personaje, explica Badsura. Parte de su búsqueda es crear conceptos y plantear realidades que rescaten la identidad. “En una conversación con Gualberto Ibarreto él me decía que ya el canto se perdió. Solo queda la música. Entre esas reflexiones yo dije que es el momento de que la gente choque con su identidad si esta no se manifiesta de manera contundente en los diversos medios de comunicación”.

La importancia del concepto del que habla Salazar puede encontrarse en la pieza donde está representado el pesista Mayora. Esta obra, titulada La vida es un viaje y la más larga de su trabajo (más de 200 metros), no solo destaca al medallista sino que refleja las diversas transiciones de la vida hasta alcanzar un sueño. “Cuando estás parado frente a ella puedes ver que genera una transición de color que va desde lo cálido a lo frío. Es importante cómo lo cromático genera otro tipo de sensaciones”, explica.

Otra de sus búsquedas es que haya una interacción entre el lenguaje de la obra y el entorno. Ha concebido de este modo piezas que juegan con el paisaje como Tributo a la música, en la que representó al maestro Simón Díaz y a Oscar D’León sobre un respiradero de la estación del Metro de Chacao, y otros personajes como Juvenal Ravelo (El Valle), José Gregorio Hernández (avenida Francisco de Miranda) o La Burriquita interpretada por Manuel Sánchez (salida del Metro de Altamira).

“Creo que el trabajo principal de esta intervención permanente y de la cultura es apropiarnos de diversos valores que nos permitan fortalecer el quiénes somos y poder tener la posibilidad de discernir entre qué quieres hacer y qué no quieres hacer”, dice.

Entre Caracas y Río Caribe

Wolfang Salazar nació en Caracas en noviembre de 1990. Ha vivido entre Los Rosales, en la parroquia San Pedro, y Río Caribe, estado Sucre.

En la parroquia San Pedro, donde además de Los Rosales están Los Símbolos, Los Próceres o la Plaza Tiuna, fue donde exploró con la pintura y jugó caimaneras con sus panas. Cuenta que algo interesante de esta zona es que hay muchas casas y edificios con paredes largas, lo que le permite a los artistas callejeros tener espacios para crear obras en diversos formatos.

No tiene estudios formales en arte, es técnico superior en Publicidad y Mercadeo. Es un autodidacta que comenzó en el grafiti luego de que un compañero que sabía de sus dotes para el dibujo le dijo que tenían que representar su zona. Pero con el tiempo se dedicó a desarrollar su talento y a interesarse en el muralismo y las producciones. “Mezclaba un poco de tipografía con personajes, fondos, ese tipo de cosas. Siempre estuve orientado más hacia estos estilos un poco más complicados, como el Wild Style, que es el estilo salvaje”.

Otras técnicas que sumó a su capital artístico fueron el manejo de la luz, el color, las sombras, las tonalidades; el Wild Style, explica, le permitió manejar la abstracción, el espacio, la fluidez y la forma. “Luego de varios años de investigación en este terreno, llegó un punto donde necesitaba otro lenguaje. Ahí es cuando comienzo a construir con más inclinación hacia el muralismo”.

Entonces conjugó el retrato con técnicas cinéticas, paisajistas, el arte abstracto, elementos amorfos, entre otros, para “ver los cambios de la imagen y al mismo tiempo identificar otros elementos y cuestionarse por qué lo que está alrededor está modificando la imagen central”

Se cuestionó muchas cosas, desde el lenguaje plástico al gráfico, incluso la cultura hip hop. “Yo no me siento parte de esa realidad de andar en un conflicto territorial por marcar una zona, me siento parte de un lenguaje más global, incluyente”.

De Badsoul a Badsura

En este proceso decidió cambiar su seudónimo anterior, Badsoul, por Badsura, que surgió después de que en un evento un alcalde, cuyo nombre prefiere no mencionar, dijo que en su municipio debía erradicar el grafiti y la basura porque los consideraba elementos que generaban temor en la sociedad. El alcalde tomaba como ejemplo las opiniones de un invitado estadounidense que, hablando de cine, comentó que en una escena de violación algunas de las características visuales podrían ser el ambiente del Bronx, las paredes de ladrillos, afroamericanos, recoge latas, zonas oscuras, basura y túneles oscuros llenos de grafitis

“Cuando empiezas a pintar hay un prejuicio de la gente: qué va a hacer este ahí, por qué está haciendo esto, etcétera. Pero cuando terminas dicen ‘qué fino, qué cool los muchachos’, ese tipo de cosas”.

Así pasó de Badsoul a Badsura. Es su forma de ser contestatario ante los prejuicios, y también una manera de demostrar que el muralismo puede usarse para protestar. Wolfang lo resume en pocas líneas: “Esta es la clase de basura que yo hago”.

El prejuicio lo ha vivido en carne propia. En junio cuadrillas de la administración de Maduro pintaron de gris una obra que había realizado en la plaza Las Tres Gracias donde reflejaba la crisis de los servicios básicos. “Esta es la cuarta obra que me tapan por caprichos individuales, y pienso en qué debemos hacer para que esto no siga sucediendo, para que el arte tenga el valor y el puesto que se merece”, expresó el artista en un post en Instagram.

Recuerda que para el mundo del grafiti esto es algo bastante normal, pero advierte que “ya cuando incursionas en otro tipo de concepto, donde planteas de forma más consolidada murales, trabajos más ambiciosos, la propuesta va cambiando”, así como la forma de razonar las obras.

“Hay una línea bastante delgada que he tratado de marcar: ya yo lo que hago son obras de arte, murales, otro tipo de concepto, hay que delimitar para que la sociedad comprenda que tienen que ser preservadas hasta donde se pueda”, agrega.

La denuncia que emitió al final llegó a distintas instituciones y hasta pudo conversar con el ministro de Cultura de Maduro, Ernesto Villegas, sobre cómo recuperar el espacio y trabajar en pro de conquistar otros para que no ocurran situaciones similares. “El SAPI (Servicio Autónomo de Propiedad Intelectual) también me permitió registrar 30 obras, las marcas, el logo, todo ese tipo de cosas que permiten resguardar las obras y que perduren”.

Lo más importante, continúa Wolfang, es la reflexión sobre cómo desarrollar trabajos artísticos en espacios que sean completamente recuperados, no solo la pared, sino el lugar completo, y que las obras puedan crearse con una buena pintura, un buen acabado, una buena iluminación, una placa y otras características que le permitan a la gente entender que es una obra.

Fuente

El Nacional